En
una colina muy arbolada, se vislumbra un árbol de eucalipto enorme. Sobresale
del resto de los otros por sus enormes ramas pobladas de hojas.Hay muchos
nidos, unos pequeños otros grandes; pájaros se acomodan en ellos en espera de
los cambios de clima. Pero en lo más alto, casi en la copa se distingue uno de
gran tamaño. Está formado por ramas bien apretadas con lodo y plumas. Tal vez
ningún ave le presta atención por ser grande, hondo y hecho en lo alto; la
lluvia remoja, el viento mece a veces suave otras impetuoso, como si quisiera
derribarlo porque está solo.Pero se mantiene fuertemente entrelazado a la
gruesa rama. Esta en desuso, con hoyos, por donde se filtra el aire;sin embargo
hubo un tiempo en que siempre estuvo ocupado. Quien lo hizo, nadie lo sabe. No
corresponde a las dimensiones de las aves que frecuentan este tipo de
arboledas.Un par
de petirrojos lo encontraron cuando se juntaron y la hembra se dispuso a
empollar. Era la primera primavera que estaban juntos, revoloteaban felices por
todas partes, hasta entrada la tarde. Luego ambos se acurrucaban en el nido. Lo
eligieron porque un Halcón peregrino los cazaba en las partes bajas donde no
había tanto ramaje. El halcón se posaba en las ramas a veces esperando por una
suculenta comida. Sus ojillos brillaban de ansiedad, las patas con sus garras
fuertes se engarfiaban con furia rasgando la corteza.
La hembra petirrojo echó cinco huevos pintos muy bonitos.Durante
una semana empolló a sus crías al amparo del amigo arbóreo; al cabo de 10 días
los hijos salieron del cascarón, bellos polluelos sin plumas que no sabían
nada del mundo.El padre se quedó a cargo mientras ella iba muy lejos en busca
de comida.Unas veces traía trozos de carne, otras insectos, y otras
nada. Un día no regresó.
En vano la esperaron, pacientes. Pero se dieron por vencidos;el
macho pensó que al fin el halcón la había atrapado. Así sin más, él se fue en
busca de otra pareja, dejando abandonados a los pequeños.Ya no recordaba nada
de su vida anterior al momento de salir del nido. Algún pajarito valientemente
saltó aleteando por salir de aquella situación desesperante. Otro más esperó la
ayuda que nunca llegó…y murió de hambre. El otro lo atrapó el halcón apenas
quiso volar fuera del árbol.
El nido quedó vacío por varias semanas, al cabo de las cuales fue
ocupado por unas aves migratorias parecidas a las golondrinas.Él era cariñoso,
atento con su pareja; le acarreaba cuanto encontraba, aprovechando el espacio
de su nueva casa. En tanto ella inspeccionaba el hogar por si necesitaba alguna
reparación domestica; pero salvo algunos pequeños hoyos, había calidez al
interior. Los ruidos cesaban en el fondo, el viento se iba por la corona. Era
ideal para una familia de varios miembros. No había el plan inmediato de tener
huevos, y así pasaron las semanas. Pero una mañana llegó de improviso una
hembra más grande, altiva, pretenciosa. Echó a la dueña con artimañas y
espero al macho. Este ante la diferencia entre ambas tuvo la disyuntiva.
Se quedaría con la nueva huésped o iba en busca de su compañera. Se dejó
seducir por la prestancia de la primera. Pero no podían quedarse porque ella
ocupaba más espacio y juntos decidieron buscar otro nido más acorde. La otra
volvió a acercarse un poco temerosa, con la motivación de una posible
reconciliación pero encontró el nido vacío. Con el corazón destrozado emprendió
el vuelo, con una tormenta en ciernes. Tuvo que retornar y refugiarse en
el lugar donde sus esperanzas ya no significaban nada. Envolvió su pequeño
cuerpo entre las alas, metió el pico y cerró los ojos en espera que los
vendavales cesaran.Pasó el tiempo, volvieron otras primaveras y con ella nuevos
inicios de vida, bríos de sol y aire fresco. Abajo las flores se esforzaban
denodadas, en alcanzar la altura inmensa del cielo de hojas verdes…y se conformaban
con rendir su tributo de luz y color a las criaturas del pastizal. Tiempo
después sobrevolaba una paloma blanca buscando donde pasar la noche. Halló el
nido, y sin más opción se acurrucó, cómoda y plácidamente. Los murmullos
de la noche acompasaban su respiración lenta, pasiega. No era común que
hiciera eso, era una paloma, no un estornino. Pero el viaje había sido largo
hasta la ciudad; por desgracia no contaba con el cansancio y el frío.
El nido se acoplaba bien a su tamaño, pues aún encogida cabía muy
bien. Apenas asomó la aurora, extendió las alas desperezando. Debía
continuar el viaje. Antes de partir revoloteo alrededor del árbol unos
momentos. Vio los demás nidos con polluelos dentro,a lo lejos advirtió la
presencia del ave predadora. Adivino que pasaba; sin embargo no era de su
incumbencia. Como dando las gracias, tomó una de sus plumas, la emplasto en el nido junto
con otras. Emprendió el vuelo, viendo que el halcón se acercaba. No volvió
atrás. Pero cuando el ave rapaz atentaba contra un nido desprotegido, una
avalancha de zarpazos lo hizo huir. Las garras de la paloma lo hirieron. Para
mala suerte de la paloma los padres volvían; confundiéndole la
atacaron sin tregua hasta hacer que huyera. La paloma se fue, tal vez
encogiéndose de hombros.Las lluvias arreciaron esos días más que en otra
estación. Muchas hojas caían al suelo por grandes gotas de agua; parecía que el
cielo se caería. De pronto gruesos copos de hielo azotaron las ramas. Era una
tormenta de blanco granizo. Viendo el peligro un par de pájaros trasladó a sus
pequeños al nido abandonado. Era ideal para una familia grande. Cuatro
avechuchos y los padres. Apenas el plumaje permanente aparecía. La tormenta
continúo; el traslado no fue fácil, para ellos un copo era una roca gigante. Cada
vez que el padre sacaba a un hijo debía evadir el viento, el granizo, la
lluvia. Cuando terminó, vio como su nido caía al suelo destruido. Suspiró y pió
descorazonado. La pareja le llamó a cubrirse.Aquella manifestación de la
naturaleza puso a prueba la construcción del nido. Dentro se escuchaba crujir
la rama. La hembra temió se rompiera. Sin embargo al cabo de un rato, el sol
asomó detrás de una nube que el viento alejaba de los arboles, los destellos
luminosos del sol cubrían todo en una redonda inmensa. La tempestad había
pasado dejando huellas.Los pájaros salieron con la confianza que sus hijos
estarían a salvo. Harían otro nido, porque ese no les pertenecía; pero después
de un rato volvieron juntos. Llevaban ramas y lodo. Apuntalaron las paredes del
viejo nido. Lo remozarían para que sus hijos crecieran ahí hasta que estuviera
listo su plumaje, entonces podrían volar.Al final de la estación tuvieron que
volar al sur por el invierno que se acercaba. Los hijos tomaron su rumbo en
forma paralela, listos para hacer sus propios nidos.Sin contenerse el padre
volvió la testa con nostalgia. Tal vez la próxima primavera o verano
volverían,no lo sabía en realidad.
.… Y sucedió que una vez algún cazador que pasaba por
el bosquecillo, disparó al aire quizás probando su arma
y le hizo dos agujeros al nido. El tiempo lo llenó de pequeñas
arañas y otros bichos. El polvo lo cubrió, así como pequeñas hojas secas. Fue
presa fácil de las primeras nevadas. Todos los demás nidos cayeron abatidos,
pero este, no. Durante el invierno inclemente los bordes superiores se
resquebrajaron. Se desfondo de golpe; la caída era inminente.Así lo encuentro
ahora que miro hacia arriba en busca de una buena sombra para un picnic. La
fachada me llama la atención. Pero no puedo subir tan alto. Entonces mi primo
Arnulfo se ofrece a subir.
__Ten cuidado, está demasiado alto.
Me pregunto qué clase de pájaro hace un nido en lo más alto de un
árbol así.Me grita a mitad de su recorrido___ ¡Voy a ver si puedo bajarlo
completo!
Y lo hace. Es en realidad hermoso. Ni el mejor arquitecto hubiera
hecho mejor trabajo. Cada rama esta entrelazada como una trenza, cada
pluma de las aves que lo hicieron está ahí, pequeñas plastas de lodo refuerzan
cada centímetro, huella titánica de un pequeño pico que decenas de veces
insertó para proteger a su hijitos. Lo llevaré a casa. No merece terminar en el
suelo azotado por los vientos del bosque, ni pisoteado por nadie ¿Volverán
alguna vez quienes lo hicieron, a buscarlo? Hay seres y cosas que cumplen
un destino, de eso estoy segura… Y después de varios días regreso junto con
Arnulfo al Eucalipto.
He cambiado de decisión, si arreglé el nido; esta como
nuevo, no hay rastro de ningún desperfecto...pero pido otra vez al primo que lo
suba, y afiance de la rama donde estaba. Sé que inicia otro ciclo, tal vez
pronto sea necesitado, no lo sé.Me sentiré complacida de ver que así sea, pues
siempre habrá un nido donde detenerse a reponer fuerzas para seguir el vuelo de
la vida.
FIN
Derechos
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