"La niña tirò los quesos al ver que el perro rabioso iba tras
ella...Entre la tormenta sintió una mano suave que la
protegía de la lluvia,era su abuela con una manta...
Esas borregas son
tan tiranas que la han agarrado de pelota entre ambas cuando va a darles
agua..."
Todos los niños tienen padres, tíos, hermanos...y yo solo tenia un
abuela, una sola.
Cuando quedé huérfana a los seis años me mandaron con ella porque si no,
iría a un orfanato.Ella era risueña, siempre platicaba que cuando fue joven el
abuelo le llevaba a caminar por el campo,entre canción y canción la abrazaba
para pasar el riachuelo, y luego la subía al caballo como en las películas.
pero al cabo de un momento me decía que no, que no era un caballo, sino un
burro. E iban por la leña al monte porque los arrieros no le daban buena
carga,ademas era muy cara. cuando se sentaba al fogón que era una pila de de
piedras sobre el piso y en medio la leña encendida,pasaba sus manos...unas
manos rasposas porque trabajaron con las herramientas del campo, eran
delgaditas, blancas, ágiles sobre una bola de masa; y se ponía a echar
tortillas y atizaba el fuego con diligencia, mientras espantaba al perro que
siempre quería pasarse de la entrada sin que lo llamaran cuando olía que mi
abuela echaba la masa y un pedazo de carne a azar en el comal¡olía tan
delicioso! el humo saltaba por las rendijas en la techumbre...parecía que
bailaba al subir por los rayos de sol en la mañanita. entonces mi abuela salia
con un delantal; en el llevaba muchos granos para las gallinas y los patos. la
rodeaban y hasta le picaban las piernas,ella las hacia a un lado diciéndoles
que se esperaran o no les tocaría de comer.cuando me entregaron con ella, me
llevó derechito al río.
Me arrojó una barra de jabón tan grande que parecía un
ladrillo.
__Báñate,mi niña__me decía. Y seguía lavando.
Mientras me enjabonaba, la mirè. Tenia ojos color verde, cubría su
cabeza con un rebozo tejido de seda,falda delgadita y plisada que le cubría
hasta la pantorrilla; era blanca, pero el sol la bronceò;el cabello
castaño claro lo traìa siempre hecho trenza. Mi abuelita vivía en una casa
de esas hechas de ladrillo de lodo. Se llaman adobes, porque son
grandes,pesados y resistentes. El tejado era de tejas rojas entrelazadas con
madera rustica de encino. Por fuera tenia un corredor sombreadito, lleno
de macetas con plantas que daban flores bellisismas. Cuando hacia mucho sol
sentaba yo ahí en una silla a ver pasar a los arrieros. Y mientras lo hacia, el
viento travieso se metía por debajo de mi asiento y me tiraba. entonces me
levantaba, paraba mi silla, y me sentaba de nuevo. a los lejos por una vereda
veìa una figura bien conocida.
Era mi abuela llevando algo en la espalda; corría a darle la bienvenida.
tenia la cara roja por el sol y el esfuerzo.
Una vez llegó Don Fortino, el señor que le comerciaba a mi abuela el
maíz. estuvieron platicando un buen rato sentados bajo la sombra de un fresno
que teníamos en medio del patio. quise acercarme a oír, pero mi abuela volteó a
verme.
__Ve con Doña Eufrosina hija, le dices que me mande mis quesos.
Salì corriendo como alma que lleva el diablo. Casi infartada me planté en la reja de de la casa de la vecina. Apenas le podía decir el encargo, pero me entendió y me dio una canasta de mimbre bien bonita con muchos quesos.
Al volver a la casa el señor ya se iba. La abuela metió la mano en la canasta y le dio¡cinco quesos bien enormes! todavía olían a leche fresca.Después pregunté porque, a lo que mi abuela dijo que Don Fortino los había comprado; tenia pensado vender el resto, pero me miró husmeando dentro de la canasta, y poniendo su manita en mi cabeza me dijo__Vamos a hacer unas tortillas de comal, de esas grandotas y nos hacemos unas quesadillas con salsa verde, de chiles de la huerta.
__Ve con Doña Eufrosina hija, le dices que me mande mis quesos.
Salì corriendo como alma que lleva el diablo. Casi infartada me planté en la reja de de la casa de la vecina. Apenas le podía decir el encargo, pero me entendió y me dio una canasta de mimbre bien bonita con muchos quesos.
Al volver a la casa el señor ya se iba. La abuela metió la mano en la canasta y le dio¡cinco quesos bien enormes! todavía olían a leche fresca.Después pregunté porque, a lo que mi abuela dijo que Don Fortino los había comprado; tenia pensado vender el resto, pero me miró husmeando dentro de la canasta, y poniendo su manita en mi cabeza me dijo__Vamos a hacer unas tortillas de comal, de esas grandotas y nos hacemos unas quesadillas con salsa verde, de chiles de la huerta.
¡Nombre! nada más de imaginármelo se me hacía agua la boca y los
cachetes. Y por cierto, yo tenía las mejillas abultaditas y muy coloradas. La
abuela decía que estaba quemadita por el sol del campo. Cuando la
acompañaba a dejar comida a los peones,¡vaya que nos derretíamos bajo los rayos
inclementes!... Mientras la cuadrilla que le trabajaba a mi abuela su parcela
comía el almuerzo, yo me divertía buscando animales debajo de las piedras y
entre los arbustos. Detrás de una enramada de una flor que le dicen
campanula,encontré muchos chapulines y una viborita que tomaba el sol de
mediodía.
La iba a tomar pero no pude porque mi abuela me hablaba.
__Ayúdame a levantar todo, nos vamos. Tenemos que dar de comer a las borregas.
__¡Cual borregas! No tenemos borregas, abuela.
__Es que le acabo de comprar dos al hijo de Doña Josefina.
__¿La señora que le ayuda al párroco?
__Si. Tu encargarás de cuidarlas todos los días.
__¿Y a que hora voy a la escuela?
__Te voy a cambiar a la tarde.
__¡Pero en la tarde llueve, abuela!
__Pues te llevas un lienzo de plástico, para que no te mojes.
Me encojì de hombros, lo que ella dijera no me molestaba.
Al otro día como a las cinco de la mañana ya me estaba volteando de un lado a otro de la cama, para que despertara. Con todo y la modorra me vestí, caminé tres metros y cerré los ojos.
__¡Ándale, hija! No te duermas. Lávate la cara con agua fría.
Lo hice pero salió peor el asunto, el rato que estuve en el corral de las gallinas estornudé como ochenta veces. Entonces, pasó algo que recuerdo toda la vida. La abuela salió con un suéter y me lo puso con mucha ternura.
__Si te llegas a enfermar hija, me preocuparé mucho.
Casi me suelto a llorar, pero nada más aspiré el moco que se me salìa.
__Anda, apúrate porque todavía falta llevar a Manuela a que tome agua.
Manuela era una vaca gordisima, tenia unos ojos como los míos; decía mi abue que eran igualitos. Grandotes y bonitos.
Pues allá voy con la Manuela y las dos borregas al río a que tomaran agua y pastaran un rato. A veces me partían el hígado, porque se peleaban entre ellas y cuando iba yo de calma ánimos, me topetaban entre las dos. La Manuela nomàs me veìa y creo se burlaba.
Llegando a la casa me ladraban los perros por querer morder a una borrega; una vez la Manuela le dio una patada en el hocico a uno de ellos que salió aullando de dolor sin parar hasta el otro lado del camino.Mi abuela me gritó que ya estaba listo el desayuno.
Chiquita se me hizo la distancia del corral a la cocina, pero me detuve a lavarme porque estaba toda llena de lodo y caca de vaca. Hasta ahí llegaba el olor de la tortilla al comal, de los frijoles refritos, y del pollo asado. Eché una carrera junto con los perros,pero llegué primero. Se tuvieron que quedar afuera muy obedientes; de todos modos cuando termináramos les iba a ir muy bien.Cuando era hora de comer nos poníamos a platicar, a diferencia de otras familias que guardaban silencio. Le preguntaba mil cosas y ella siempre paciente, amorosa me contestaba todo y nunca me decepcionaba.
__Ayúdame a levantar todo, nos vamos. Tenemos que dar de comer a las borregas.
__¡Cual borregas! No tenemos borregas, abuela.
__Es que le acabo de comprar dos al hijo de Doña Josefina.
__¿La señora que le ayuda al párroco?
__Si. Tu encargarás de cuidarlas todos los días.
__¿Y a que hora voy a la escuela?
__Te voy a cambiar a la tarde.
__¡Pero en la tarde llueve, abuela!
__Pues te llevas un lienzo de plástico, para que no te mojes.
Me encojì de hombros, lo que ella dijera no me molestaba.
Al otro día como a las cinco de la mañana ya me estaba volteando de un lado a otro de la cama, para que despertara. Con todo y la modorra me vestí, caminé tres metros y cerré los ojos.
__¡Ándale, hija! No te duermas. Lávate la cara con agua fría.
Lo hice pero salió peor el asunto, el rato que estuve en el corral de las gallinas estornudé como ochenta veces. Entonces, pasó algo que recuerdo toda la vida. La abuela salió con un suéter y me lo puso con mucha ternura.
__Si te llegas a enfermar hija, me preocuparé mucho.
Casi me suelto a llorar, pero nada más aspiré el moco que se me salìa.
__Anda, apúrate porque todavía falta llevar a Manuela a que tome agua.
Manuela era una vaca gordisima, tenia unos ojos como los míos; decía mi abue que eran igualitos. Grandotes y bonitos.
Pues allá voy con la Manuela y las dos borregas al río a que tomaran agua y pastaran un rato. A veces me partían el hígado, porque se peleaban entre ellas y cuando iba yo de calma ánimos, me topetaban entre las dos. La Manuela nomàs me veìa y creo se burlaba.
Llegando a la casa me ladraban los perros por querer morder a una borrega; una vez la Manuela le dio una patada en el hocico a uno de ellos que salió aullando de dolor sin parar hasta el otro lado del camino.Mi abuela me gritó que ya estaba listo el desayuno.
Chiquita se me hizo la distancia del corral a la cocina, pero me detuve a lavarme porque estaba toda llena de lodo y caca de vaca. Hasta ahí llegaba el olor de la tortilla al comal, de los frijoles refritos, y del pollo asado. Eché una carrera junto con los perros,pero llegué primero. Se tuvieron que quedar afuera muy obedientes; de todos modos cuando termináramos les iba a ir muy bien.Cuando era hora de comer nos poníamos a platicar, a diferencia de otras familias que guardaban silencio. Le preguntaba mil cosas y ella siempre paciente, amorosa me contestaba todo y nunca me decepcionaba.
La admiraba por eso, y porque todas las personas que le conocían la
respetaban. Los señores y muchachos la trataban con deferencia.Nunca vi que
alguien le faltara al respeto al contrario, iban a la casa a pedirle consejo,
porque era muy inteligente y le gustaba leer antes de dormir. Les decía a los
chamacos pastorcitos que no fueran burros, como los que cuidaban,que tenían que
estudiar; siempre ponía de ejemplo a Benito Jùarez.
__Sí el llegó a ser presidente de la república,ustedes de menos deben ser ingenieros, maestros o algo asì.
Y nadie se reìa de lo que decía, bueno... sólo una vez que Carlitos, el más chico de los hermanos Rodriguez abrió la bocota.
__¡Como cree que voy a ser maestro, Doña Carmen...!
Y que lo pesca de una oreja.Lo llevó de la tienda hasta su casa camine y camine, pero sin soltarlo. Y asì lo entregó a su mamá.
Al otro día en la escuela nomas se sobaba las dos orejas.
Aquella tarde se soltó un aguacero como si se fuera a caer el cielo, los arboles parecían viejas despeinadas, bailando de aquí para allá; los truenos me dejaban sorda de tan fuertes, y me daba miedo porque el año pasado un rayo le cayó a un campesino camino de su milpa. Lo rostizò todito. Era tío de Carlitos...entonces mi abuela llevó comida para los deudos y leyó el rosario.
Caminaba entre penumbras porque los chorros de agua no me dejaban ver. Hasta que una sombra entre la lluvia se acercó a mí y una mano me tomó con suavidad. Era mi abuela envuelta en una cobija bien gruesa.
__¡Cobijate hija, esta es una tormenta terrible!
Acurrucada junto a ese ángel de Dios, pues cual miedo. Ni siquiera cuando las ráfagas de viento nos levantaban unos centímetros del suelo. No sentía temor sólo con saber que ella estaba junto a mí.
Pero por la noche me dio una calentura que Dios guarde la hora. Con todo y la oscuridad, y el frío por la lluvia, se fue a buscar al doctor que vivía en el otro pueblo. La acompañaron dos muchachos que la vieron en el camino.
__¿A donde va Doña Carmen, tan tarde?
__Mi nieta arde en calentura, voy a buscar al doctor de la clínica.
__La acompañamos, esta muy feo el camino por tanto lodo.
Encendieron sus lamparas y se fueron.
__Sí el llegó a ser presidente de la república,ustedes de menos deben ser ingenieros, maestros o algo asì.
Y nadie se reìa de lo que decía, bueno... sólo una vez que Carlitos, el más chico de los hermanos Rodriguez abrió la bocota.
__¡Como cree que voy a ser maestro, Doña Carmen...!
Y que lo pesca de una oreja.Lo llevó de la tienda hasta su casa camine y camine, pero sin soltarlo. Y asì lo entregó a su mamá.
Al otro día en la escuela nomas se sobaba las dos orejas.
Aquella tarde se soltó un aguacero como si se fuera a caer el cielo, los arboles parecían viejas despeinadas, bailando de aquí para allá; los truenos me dejaban sorda de tan fuertes, y me daba miedo porque el año pasado un rayo le cayó a un campesino camino de su milpa. Lo rostizò todito. Era tío de Carlitos...entonces mi abuela llevó comida para los deudos y leyó el rosario.
Caminaba entre penumbras porque los chorros de agua no me dejaban ver. Hasta que una sombra entre la lluvia se acercó a mí y una mano me tomó con suavidad. Era mi abuela envuelta en una cobija bien gruesa.
__¡Cobijate hija, esta es una tormenta terrible!
Acurrucada junto a ese ángel de Dios, pues cual miedo. Ni siquiera cuando las ráfagas de viento nos levantaban unos centímetros del suelo. No sentía temor sólo con saber que ella estaba junto a mí.
Pero por la noche me dio una calentura que Dios guarde la hora. Con todo y la oscuridad, y el frío por la lluvia, se fue a buscar al doctor que vivía en el otro pueblo. La acompañaron dos muchachos que la vieron en el camino.
__¿A donde va Doña Carmen, tan tarde?
__Mi nieta arde en calentura, voy a buscar al doctor de la clínica.
__La acompañamos, esta muy feo el camino por tanto lodo.
Encendieron sus lamparas y se fueron.
Después, el médico me puso una inyección que dicho sea de
paso me hizo una bola en mi nalga. Pero cuando se fue la molestia mirè a mi
abuela...estaba empapada y llena de lodo hasta las rodillas, tiritaba de frío,
pero se aguantaba.
El doctor la regañó, le dijo se cambiara de ropa. Pero en lugar de
eso se sentó en la orilla de la cama y me abrazó.
Se le escaparon algunas lagrimas, pero le dije que ya me sentía bien. Los muchachos se despidieron, pero mi abuela no quiso que se fueran. Comenzaba a llover.
__No voy a dejar que se vayan asì nada más. Quítense lo más que puedan de encima, están empapados. Haré café y les traeré unos bolillos con miel.
Yo me tengo que ir Doña Carmen__dijo el doctor.
__¿Cuanto le voy a pagar por atender a mi niña?
__¡Me ofende! Acuérdese de las veces que usted me ha ayudado. Soy yo quien le debe pagar.
__¡Pero vino de noche...!
__Y a la hora que me necesite. Por lo pronto la niña ya esta bien, pero mañana no la mande a la escuela.
Cuando le oí decir eso sonreí hasta pegar los cachetes con los ojos. Después que mi abue se cambió fue a la cocina, hizo café con canelita y les prestó un sarape. Se sentaron alrededor del fuego y se pusieron a platicar.
Mientras, me hice taquito entre las cobijas y dormí como piedra.
Pero al otro día no me salvé de darle de comer a los animales, de atender a la Manuela, y para acabar con mi humanidad, que me dice mi abuela que hiciera varios mandados de entrega de quesos a varias casas. En el camino hasta la casa de Doña Engracia, me iba por una veredita bordeada de arbustos floridos y un pastito verde,verde y oloroso. Por ir jugando que se me cae un queso con todo y la hoja de calabaza ¡Se ensució..! No quise saber lo que me harìa si entregaba asì. Lo tomé con cuidado y le rebané las orillas; Doña Engracia me preguntó un poco molesta porque le daba un queso tan chiquito. Le eché la culpa a la Manuela.
__Es que ya no quiere dar mucha leche. Yo creo esta enamorada del toro negro que pasa todos los días rumbo a pastar.
__Esta bueno. Le dices a Doña Carmen que mañana quiero tres, bien frescos.
__Siempre los traigo asì ¡Que caray!
Antes se los hacía Doña Eufrosina, pero desde que los hace mi abuelita, siempre los entrego frescos. De regreso hice otra entrega y como traía la canasta vacía, me fui al río y la llené de piedritas redondas. Con ellas me puse a jugar en el patio, hice una casita con techo de paja; el perro acostado a un lado mío nada más me veìa bostece y bostece. Pero se levantó al sentir a alguien y tiró la construcción; mi abuela salió con un panecito recién horneado, aspiré saboreando. El perro me miró suplicante.
__Ni creas que te doy de mi pan, tiraste la casa. Mi muñeca murió por apachurramiento.
El perro metió la cola entre las patas y se fue a echar en el otro extremo del patio. Pero después de pensarlo un momento le llamé para convidarle.
Otra vez que iba a entregar, me encontré a don Fortino cuando salìa de su casa.
__¿Esta tu abuela Charito?
__Si, esta limpiando Frijol.
__Voy a ayudarle.
Ya se iba cuando se volvió de pronto.
__¡Ah...! ten cuidado, dice mi señora que vio un perro rabioso allá por la loma__No le hace, esta lejos.
Se rascó la frente bajo el sombrero__Pos sí... pero mejor no te tardes__Sí, señor.
Muy a mi pesar me dio escalofrió. De ahí para adelante había unas cuantas casas y todas separadas por grandes arboledas. Tenía que cruzar por una vereda estrecha y luego dar una vuelta enorme para llegar a la entrada de la primera casa. Caminaba mirando para todos lados con desconfianza.
¡De pronto el animal me salió al paso enseñándome su hocico babeante! No me di cuenta cuando eché a correr tirando la canasta. Sentía las piernas pesadas por el pánico; sólo me acuerdo cuando ya estaba en una gruta en lo alto de una peña. No veìa al perro por ningún lado...Y pasaba el tiempo y oscurecía ya. Apretaba las rodillas con las manos una y otra vez. Para mi buena suerte Apolonio, uno de aquellos que acompañaran a mi abue por el doctor, pasó por la vereda,pues venia de su milpa. Traìa cargando el arado cuando encontró mi canasta con los quesos regados.
Se le escaparon algunas lagrimas, pero le dije que ya me sentía bien. Los muchachos se despidieron, pero mi abuela no quiso que se fueran. Comenzaba a llover.
__No voy a dejar que se vayan asì nada más. Quítense lo más que puedan de encima, están empapados. Haré café y les traeré unos bolillos con miel.
Yo me tengo que ir Doña Carmen__dijo el doctor.
__¿Cuanto le voy a pagar por atender a mi niña?
__¡Me ofende! Acuérdese de las veces que usted me ha ayudado. Soy yo quien le debe pagar.
__¡Pero vino de noche...!
__Y a la hora que me necesite. Por lo pronto la niña ya esta bien, pero mañana no la mande a la escuela.
Cuando le oí decir eso sonreí hasta pegar los cachetes con los ojos. Después que mi abue se cambió fue a la cocina, hizo café con canelita y les prestó un sarape. Se sentaron alrededor del fuego y se pusieron a platicar.
Mientras, me hice taquito entre las cobijas y dormí como piedra.
Pero al otro día no me salvé de darle de comer a los animales, de atender a la Manuela, y para acabar con mi humanidad, que me dice mi abuela que hiciera varios mandados de entrega de quesos a varias casas. En el camino hasta la casa de Doña Engracia, me iba por una veredita bordeada de arbustos floridos y un pastito verde,verde y oloroso. Por ir jugando que se me cae un queso con todo y la hoja de calabaza ¡Se ensució..! No quise saber lo que me harìa si entregaba asì. Lo tomé con cuidado y le rebané las orillas; Doña Engracia me preguntó un poco molesta porque le daba un queso tan chiquito. Le eché la culpa a la Manuela.
__Es que ya no quiere dar mucha leche. Yo creo esta enamorada del toro negro que pasa todos los días rumbo a pastar.
__Esta bueno. Le dices a Doña Carmen que mañana quiero tres, bien frescos.
__Siempre los traigo asì ¡Que caray!
Antes se los hacía Doña Eufrosina, pero desde que los hace mi abuelita, siempre los entrego frescos. De regreso hice otra entrega y como traía la canasta vacía, me fui al río y la llené de piedritas redondas. Con ellas me puse a jugar en el patio, hice una casita con techo de paja; el perro acostado a un lado mío nada más me veìa bostece y bostece. Pero se levantó al sentir a alguien y tiró la construcción; mi abuela salió con un panecito recién horneado, aspiré saboreando. El perro me miró suplicante.
__Ni creas que te doy de mi pan, tiraste la casa. Mi muñeca murió por apachurramiento.
El perro metió la cola entre las patas y se fue a echar en el otro extremo del patio. Pero después de pensarlo un momento le llamé para convidarle.
Otra vez que iba a entregar, me encontré a don Fortino cuando salìa de su casa.
__¿Esta tu abuela Charito?
__Si, esta limpiando Frijol.
__Voy a ayudarle.
Ya se iba cuando se volvió de pronto.
__¡Ah...! ten cuidado, dice mi señora que vio un perro rabioso allá por la loma__No le hace, esta lejos.
Se rascó la frente bajo el sombrero__Pos sí... pero mejor no te tardes__Sí, señor.
Muy a mi pesar me dio escalofrió. De ahí para adelante había unas cuantas casas y todas separadas por grandes arboledas. Tenía que cruzar por una vereda estrecha y luego dar una vuelta enorme para llegar a la entrada de la primera casa. Caminaba mirando para todos lados con desconfianza.
¡De pronto el animal me salió al paso enseñándome su hocico babeante! No me di cuenta cuando eché a correr tirando la canasta. Sentía las piernas pesadas por el pánico; sólo me acuerdo cuando ya estaba en una gruta en lo alto de una peña. No veìa al perro por ningún lado...Y pasaba el tiempo y oscurecía ya. Apretaba las rodillas con las manos una y otra vez. Para mi buena suerte Apolonio, uno de aquellos que acompañaran a mi abue por el doctor, pasó por la vereda,pues venia de su milpa. Traìa cargando el arado cuando encontró mi canasta con los quesos regados.
La reconoció y corrió a avisarle a mi abuelita.
Entonces todos comenzaron a buscarme y al perro también; Don Fortino fue a su casa por un rifle de cacería, mientras mi abuela encendía una veladora a los pies de la virgen; creía mucho en Dios,era religiosa. Se persignó y echándose sobre los hombros su rebozo fue también a buscarme.
Estaba cayendo la noche cuando escuché un disparo.
Entonces todos comenzaron a buscarme y al perro también; Don Fortino fue a su casa por un rifle de cacería, mientras mi abuela encendía una veladora a los pies de la virgen; creía mucho en Dios,era religiosa. Se persignó y echándose sobre los hombros su rebozo fue también a buscarme.
Estaba cayendo la noche cuando escuché un disparo.
Me levanté como resorte...Bajando la loma Apolonio encontró al perro y
lo mató. Me llamó varias veces a gritos. Bajè con cuidado, y hasta que vi
al perro muerto apuré el paso. La abuela fue a encontrarme presurosa, para ese
entonces era yo un mar de llanto. La abracé tan fuerte que le tiré el rebozo.
Ya esta todo bien, Charito__dijo Apolonio__el perro esta muerto.
Pero alcanzò a morder a una de mis vacas__contestó Don Fortino__Ni modo, tendré que sacrificarla. Lo importante es que no le hizo nada a la niña.
Ya esta todo bien, Charito__dijo Apolonio__el perro esta muerto.
Pero alcanzò a morder a una de mis vacas__contestó Don Fortino__Ni modo, tendré que sacrificarla. Lo importante es que no le hizo nada a la niña.
Quedó pensativo unos segundos y agregó.
___...También al perro lo enterraremos, despues de todo no fue su
culpa y...estaba sufriendo mucho el pobre.
Mientras tanto yo entre hipos trataba de decir que los quesos ya no servían, pero mi abuela me tranquilizó,como siempre.
__No te preocupes por eso.
Me envolvió en el rebozo. Don Fortino se comidió.
__Deje Doña Carmen yo la llevo,usted no se esfuerce más.
Y me llevaron cargando a revisar con el doctor otra vez.
_¿No me van a inyectar otra vez, verdad abuelita? la otra vez ne dejó un chichón.
Don Fortino se rió bien fuerte.
__No es un chichòn, Charito.
__¿Entonces, que es?
__Pues es una bola de...grasa yo creo.
__No la quiero, porque me dolía cuando caminaba.
Finalmente la revisión terminó. Esperaba que el galeno dijera de nuevo no me mandara a la escuela. Pero fue al contrario.
__Esta bien de todo. No tiene más que el susto, que tome un tè de tila y ya.
¡Vaya decepción mía! pero pudo ser peor, al fin de cuentas las dos tomamos el dichoso tè en unos jarritos.
¡Ay, hija!___exclamó mi abuela___que bueno que ese perro no te siguió hasta la gruta que si no...¡Dios, no quiero ni pensarlo! Voy a tomarme otro tè para este susto.
Mientras tanto yo entre hipos trataba de decir que los quesos ya no servían, pero mi abuela me tranquilizó,como siempre.
__No te preocupes por eso.
Me envolvió en el rebozo. Don Fortino se comidió.
__Deje Doña Carmen yo la llevo,usted no se esfuerce más.
Y me llevaron cargando a revisar con el doctor otra vez.
_¿No me van a inyectar otra vez, verdad abuelita? la otra vez ne dejó un chichón.
Don Fortino se rió bien fuerte.
__No es un chichòn, Charito.
__¿Entonces, que es?
__Pues es una bola de...grasa yo creo.
__No la quiero, porque me dolía cuando caminaba.
Finalmente la revisión terminó. Esperaba que el galeno dijera de nuevo no me mandara a la escuela. Pero fue al contrario.
__Esta bien de todo. No tiene más que el susto, que tome un tè de tila y ya.
¡Vaya decepción mía! pero pudo ser peor, al fin de cuentas las dos tomamos el dichoso tè en unos jarritos.
¡Ay, hija!___exclamó mi abuela___que bueno que ese perro no te siguió hasta la gruta que si no...¡Dios, no quiero ni pensarlo! Voy a tomarme otro tè para este susto.
Esa noche,despacito me metí a la cama de ella.Parecía gato desamparado acurrucada detrás de su espalda.
Afuera los grillos cantaban alegres; por un momento mirè la luz de la luna entrando por las rendijas del techo; me alegré mucho por tener a mi abuela. Cerré los ojos con esa seguridad que da el cariño y dormí llena de paz.
Terminé la primaria y la secundaria. Y cuando me fui a la prepa, sentí que el corazón se caìa a pedazos por alejarme de su lado, pues la escuela estaba en la ciudad; le dije no sè cuantas veces que ya no quería estudiar para no dejarla sola. Pero me pidió que lo hiciera por ella....y tuve que irme a estudiar; cada día de las vacaciones, descansos, todo el tiempo, me la pasaba en la casa ayudándola, haciendo todo y de todo.
Ella ya no podía por su edad, y a mi no importaba el trabajo duro, pues poco era lo que le retribuía en comparación con todo el amor y cariño que me había dado.
Una tarde en que llegué para las vacaciones, los perros no me recibieron como siempre. Estaban a los pies de mi abuela que estaba recostada sobre su silla mecedora. Desde que la vi una puñalada hubiera sido una caricia en comparación con lo que sentí. Su carita estaba tan pálida como el chal que la cubría. La abracé con tiento, casi con veneración....Nunca en mi vida me sentí tan sola y desamparada. Sólo me consolaba el hecho de saber que se iba contenta, sin sufrir; había llegado hasta el final sabiendo que podía llevar mi vida. Sin embargo el dolor me quebró ante ella y lloré abrazando ese cuerpo sin vida, aún en la tibieza de su piel pude arrancar el ultimo contacto que quedaba en este mundo...No sè cuanto tiempo pasó hasta que la luz mortecina de la tarde escondiéndose detrás de las nubes me devolvieron una paz que cobijo mi alma y entonces besè su frente.
Ahora cada día, me despido de ella. Siempre doy las gracias por haberla tenido, por ser mi abuela hermosa. para mi decir ABUELA es lo más maravilloso, es un amor sin condiciones que no tiene comparación, es un todo.
Sè que me escuchas, donde quiera que estés Abuela, nunca te olvido.
Tu nieta, Rosario.
FIN
Esta historia esta dedicada con todo mi amor a mi abuela CARMEN
OLMOS. Donde quiera que estés, te quiero y te extraño.
Derechos Reservados 11449-2015
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